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28/05/06

"Epistemología" de bolsillo

Ahora que empiezo a acumular cierta experiencia en la administración de este blog, entre algunas otras conclusiones, es evidente que el porcentaje de gente que se toma el tiempo y el esfuerzo necesarios para leer, asimilar y aplicar los contenidos de la serie “De la Epistemología” a la comprensión de mi modo de pensar y en consecuencia de administrar la página se reduce a unos mínimos intolerables.
No daré por perdidos los textos originales porque están ahí como trasfondo que aporta una cierta rigurosidad a mis tesis. No se deben entender en un sentido excesivamente intelectual pese a la mención de Sócrates, Descartes y Kant. No sólo lo digo por quien se siga asustando por su longitud y su compleja redacción (defecto mío y no de las ideas expuestas) sino también, pese a que todavía no se ha dado el caso, por los verdaderos especialistas en estas cuestiones, pues no quisiera que se mesaran las barbas ante posibles aberraciones que se me hayan podido escapar por mi ignorancia.

Concluido el prolegómeno pasaré a resumir hacia un sentido práctico el contenido de esta serie de artículos.
De la primera parte, que en realidad abarca también el inicio del segundo texto, la conclusión práctica es que nada se puede afirmar con seguridad. Cualquier argumento, cualquier idea, cualquier expresión en términos humanos de algo que pretenda acercarse a una “verdad” es una ingenua ilusión, con excepción de nuestra existencia, pues la duda de estas verdades ya constituye un hecho cuyo ser es innegable, y este hecho consiste en nuestra actividad mental o gnoseológica.
En este punto hablo de las “verdades provisionales”. Con esto tan sólo pretendo distinguir la superioridad provisional del conocimiento científico. Su fuerza se basa en la posibilidad de comprobación empírica de su validez, pero precisamente esta posibilidad ha de contener por fuerza la susceptibilidad de la negación de las teorías sometidas a comprobación, es decir, que su validez es vigente pero puede llegar a ser muy frágil en función de diversas condiciones. La fuerza de la ciencia supone a su vez una condena a la provisionalidad.
Más allá de esta limitación (cuyas características cabría precisar mucho más, no ya en el resumen sino en el propio texto original) existe otra carencia que la ciencia presenta como sistema de conocimiento: su escaso alcance en cuanto a las cuestiones que más directamente afectan a muchos campos de nuestra vida cotidiana, por lo que la elección del ser humano de obrar de un modo u otro y tratar de determinar racionalmente dicha elección siguen siendo algo en lo que la ciencia supone una ayuda más bien escasa.
Aquí es donde entra el punto culminante: la dialéctica. No enumeraré aquí, ni tampoco lo hago en la “versión extendida”, como se dice de los montajes del director en las películas recortadas por la productora –por los gustos del público-, los puntos que tiene en su favor la razón como medio para determinar qué debemos hacer. Añadiré un pequeño pero valioso comentario y es que la razón no sirve de nada si no escucha al corazón, que, como se dice: “tiene razones que la razón no entiende”. Yo creo que sí que las entiende pero quedan fuera de su modo de proceder.
Sea como fuere, el raciocinio y su expresión por medio de la lógica son las herramientas más útiles para determinar nuestro modo de actuar. Pero son tan intrincados, ramificados y largos los caminos de la razón y de las ideas, que todos parecemos andar perdidos y desorientados. Aunque no todos queramos reconocerlo. La dialéctica, tal y como la concibo –ahí sí que no pienso resumir nada: léase la tercera epistemología en el apartado + Mens +; aunque se pueden obviar casi los dos primeros tercios del artículo- sería el modo de practicar algo con apariencia de “aprendizaje”, o “mejora”, o “evolución”. Su base consiste en sacrificar el ego, afilar el raciocinio e intercambiar ideas en debate de modo que todos podamos aprender algo unos de otros, enseñarnos algo unos de otros, reconocer en los ojos de los demás nuestros defectos y apoyarnos en ellos para corregirlos, y colaborar del mismo modo para corregir y ayudar a los demás en esta tarea.
Enfoco la dialéctica, en el texto original, hacia la utópica idea de cómo podría funcionar el mundo si nuestros gobiernos se rigieran por un serio ejercicio de la dialéctica.
Pero su significado no se reduce a esto, como ya también señalaba en los textos “Del porqué de esta web”.

No pretendo pontificar desde el estrado que me proporciona la gran red con mis artículos. Pretendo presentar ideas íntimas cuyo debate posterior, siguiendo una estructura de mínima seriedad dialéctica, haga de todos nosotros -¡yo el primero! ¡al fin y al cabo son mis ideas las que se discuten!- personas más sensatas que antes del debate, para regresar luego a la podredumbre del mundo con una sonrisa y un haz de luz con que iluminar las vidas de quienes nos rodean.
Me despido con la esperanza de haber podido solidificar mis intenciones en la mente de un mayor número de mortales… y un amistoso saludo que en nada deberá confundirse con la magnanimidad del maestro, porque no soy un maestro en nada, sino un aprendiz en muchas cosas.

15:05 Anotado en + Mens + | Permalink | Comentarios (1)

Comentarios

Efectivamente, las verdades son nómadas, incluso la Ciencia está impregnada de subjetividades, hasta luego, Laura

Anotado por: daratea | 28/05/06