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10/11/07

Diez mandamientos para aquél que desee escribir con estilo

1. Lo que importa más es la vida: el estilo debe vivir.

2. El estilo debe ser apropiado a tu persona, en función de una persona determinada a la que quieres comunicar tu pensamiento.

3. Antes de tomar la pluma, hay que saber exactamente cómo se expresaría de viva voz lo que se tiene que decir. Escribir debe ser sólo una imitación.

4. El escritor está lejos de poseer todos los medios del orador. Debe, pues, inspirarse en una forma de discurso muy expresiva. Su reflejo escrito parecerá de todos modos mucho más apagado que su modelo.

5. La riqueza de la vida se traduce por la riqueza de los gestos. Hay que aprender a considerar todo como un gesto: la longitud y la cesura de las frases, la puntuación, las respiraciones; también la elección de las palabras, y la sucesión de los argumentos.

6. Cuidado con el período. Sólo tienen derecho a él aquellos que tienen la respiración muy larga hablando. Para la mayor parte, el período es tan sólo una afectación.

7. El estilo debe mostrar que uno cree en sus pensamientos, no sólo que los piensa, sino que los siente.

8. Cuanto más abstracta es la verdad que se quiere enseñar, más importante es hacer converger hacia ella todos los sentidos del lector.

9. El tacto del buen prosista en la elección de sus medios consiste en aproximarse a la poesía hasta rozarla, pero sin franquear jamás el límite que la separa.

10. No es sensato ni hábil privar al lector de sus refutaciones más fáciles; es muy sensato y muy hábil, por el contrario, dejarle el cuidado de formular él mismo la última palabra de nuestra sabiduría.

F. Nietzsche


¡Hola, hola, hola, polluelos! Vuelvo a vosotros con otro clásico en la mano, el señor Federico Nietzsche, Niche para los coleguis, y uno de sus textos más populares. Tan popular es que probablemente la mayoría de vosotros ya lo conocéis o incluso recordáis de memoria alguno de ellos. Si estáis mirando hacia otro lado mientras leeis esto, como pensando: "pues es la primera noticia que tengo de este decálogo", o sea cuál sea la palabra que uséis en lugar de decálogo (sólo apta para ciertas élites), no os preocupéis; probablemente es que no sois de letras, y si lo sois... ejem, bueno, como iba diciendo, la cuestión es que obviamente no voy a limitarme a llamaros la atención por un texto que campa a mansalva por la red, sino a comentarlo con mayor o menor concisión y fortuna, en función del humor en que me encuentre en este momento.

Pasado este prólogo que muy bien pudiera haber excusado, procedo a comentar los mandamientos uno por uno:

1. Por algo es el número uno.
¿Cómo vive un estilo? Bueno, ¿cómo vive un homo sapiens? Esto es más fácil de responder, ¿no? Bien, entonces, ¿cómo vive una escultura? Vamos afinando la abstracción.

En mi opinión (EMO para los amigos), un texto tiene que RESPIRAR para vivir, en el sentido en que decimos que los pies tienen que respirar: tiene que pasar el aire, tanto en la forma como en el fondo, tiene que ser permeable a lo que el escritor recibe de su entorno y tiene que facilitar la liberación de lo que hay en su interior. Para esto último qué mejor que dejar que Nietzsche nos explique esta cuestión en los puntos del 3 al 7. Recordemos que hablamos de ESTILO, no de creación FICCIONAL. A menudo se habla de la vida de los personajes, del entorno... esto se consigue con el estilo pero comienza por la imaginación, la cual, hoy, queda fuera de nuestro objeto de reflexión.

2. No siempre es necesario tener en mente a nadie en concreto. Pero sí es cierto que cuando no lo hacemos probablemente escribimos para nosotros mismos. Y cuando no lo hacemos, no es que estemos siendo menos narcisistas; todo lo contrario, estamos creando un público ideal que deberá adaptarse a lo que escribimos (y no al revés), a no ser, claro, que escribamos para inmediatamente destruir lo escrito. Debo reconocer que a menudo replanteo muchos textos ayudándome de personas concretas, poniéndome a leer lo escrito desde su lugar y pensando qué le falta o le sobra al texto para adecuarse a ello, lo cual no quiere decir que vaya a cambiarlo, pero sí que tomaré en referencia estas ideas para el susodicho replanteamiento.

3. EMO, cuando dice de viva voz, no se refiere al discurso oral, que trata en el siguiente punto; lo que hace es PERSONIFICAR la idea del escritor y recalcar la insuficiencia del lenguaje para expresarla. En realidad este mandamiento es un consejo a la hora de poner en práctica el punto uno.

4. Derrida se lo comería con patatitas criticando el fonocentrismo que delata este mandamiento. Éste nos lo podemos saltar de vez en cuando, va. (Ojo: sólo de vez en cuando). El texto escrito goza hoy día de suficiente envergadura como para no ser considerado una copia del oral. Tal vez se lo debamos a la aplicación de los siguientes mandamientos:

5. La posibilidad de manipular el ritmo de las frases mediante las cesuras (pausas naturales de respiración) y los signos de puntuación (especialmente en su relación con las cesuras) así como la propia longitud de la frase es un modo de poner en práctica el punto anterior, el cual nos remite al anterior (recordemos lo de la VOZ), el cual nos remite al anterior...
Un ejemplo simple: no es lo mismo decir: "Murió abatido por los militares" que decir: "Abatido por los militares, murió" o decir: "Murió. Los militares lo abatieron...". Progresivamente cada una de las frases otorga mayor importancia a la muerte en cuestión.

6. Este punto me parece especialmente difícil de comprender. No sé quién ha traducido esto, y, de todas formas, tampoco sé alemán. La palabra período refiere, deberíamos entender, a la duración. Sin embargo tal y cómo se trata la palabra en el primer apartado del punto, lo que da entender es "período prolongado". Esto nos deja, en el segundo apartado del punto, según el cual, "período=afectación", en la siguiente encrucijada hermenéutica (interpretativa para los amigos):
A. Período=afectación
B. Período prolongado=afectación (recomendada)
C. Concepto misterioso=afectación

7. Este punto me parece de capital importancia. Inciso: me urge cagarme en blogspirit en este preciso instante. Durante mucho tiempo me curré un banner deslizante, de esos que van haciendo pasar las letras, en el lateral izquierdo de la página, en el que transcribía otra máxima de Nietzsche, perteneciente al Zarathustra, que decía algo así como: "Entre todo cuanto se escribe, yo amo sólo aquello que alguien escribe con su sangre. Escribe tú con sangre, y comprenderás que la sangre es espíritu. / No es tarea fácil el comprender la sangre ajena: yo odio a los ociosos que leen." Pero siempre desaparecía y tenía que reeditar la plantilla del blog hasta que me harté. Fin del inciso
Ahora bien, ¿debo entender que sólo puedo escribir sobre lo que siento? Sí y no. Un buen escritor que sea capaz de dominar múltiples registros (o por lo menos algún registro ficcional) debe ser un gran actor; una especie de "actor psicológico", y ser capaz de reproducir en su espíritu el estado anímico y mental de otras personas. De ahí nacen los buenos diálogos, las buenas descripciones, los buenos narradores... Ello otorga verdadera VIDA al texto.

8. Viene a recordamos que somos un poco cortitos y que nos cuesta asimilar la información abstracta y novedosa. A fin de evitar el suplicio de recordar tal cosa al sufrido lector, es preciso que el autor ponga en juego su habilidad y se esfuerce en que los conceptos complejos y abstractos queden plasmados con la mayor naturalidad en el tejido del texto. Sin que el lector se de cuenta. Siempre utilizo la misma anécdota para ilustrar esta cuestión: cuando leí El Proceso de Kafka, al final venía una nota escrita por Max Brod al respecto de la publicación del texto. Esta nota se me atragantó más que ningún pasaje del libro. Considerando la complejidad del mismo ¿estaba yo espeso? No, lo estaba Brod, y Kafka estaba prodigiosamente brillante.

9. Dejémoslo en que es mejor no utilizar las sangrías del verso en un cuento, no vaya a ser que la gente lo confunda con un poema...

10. Una cosa que Nieztsche sabe muy bien y que no comenta en este decálogo: la traca final es un recurso estraordinariamente poderoso. Este punto del decálogo es una joya.
Incluso en una película se puede apreciar la importancia de esta cuestión. Cuando vemos personajes estereotipados, que se distinguen en unos pocos segundos por su vestuario, los colores, su ubicación en el plano, su forma de expresarse... El narrador cinematográfico nos dice: éste es el malo, ésta es la tía buena que se liará con el héroe, éste es el "pringao", etc. Esto es barato. Por desgracia la democratización del arte que provoca la ley de mercado coloca este estilo en los puestos de éxito, malacostumbrando a las personas inteligentes (potenciales buenos lectores); el público busca unas opiniones definidas, expresadas explícitamente, fáciles de asumir, listas para utilizar; busca reforzar sus patrones sociales más elementales y primitivos, sin cuestionarlos: le sacia reconocerlos y regodearse en ellos para eludir el abismo revolucionario que supone la más sencilla revisión racional de tales patrones, para pensar que todo está en orden.
No olvidemos, no obstante, que hay muchas otras maneras de idiotizar al lector y el propio texto, incurriendo en aclaraciones innecesarias y concretando ideas que, sin su formulación explícita, ganan enteros en riqueza y profundidad.
La correcta combinación entre este punto y el octavo es un valioso varemo para definir al maestro y reconocer al mediocre. No hay una receta mágica: simplemente, piensa en ello, cuando escribas, y cuando leas...

18:35 Anotado en Ensayismo - Crítica | Permalink | Comentarios (0)