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05/04/06

De la Epistemología II - Las Verdades Provisionales I - De la Ciencia

“…cuando decimos: los sentidos nos representan los objetos como aparecen, pero el entendimiento nos los representa como son, esto último, hay que tomarlo, no en sentido trascendental, sino meramente empírico, es decir: nos los representa como deben ser representados en calidad de objetos de la experiencia, en universal conexión de los fenómenos y no según lo que puedan ser fuera de la relación con la experiencia posible y, por consiguiente, con los sentidos en general y, por tanto, como objetos del entendimiento puro. Pues eso nos será siempre desconocido y hasta nos será desconocido también si semejante conocimiento trascendental
(extraordinario) es posible, al menos como un conocimiento que está bajo nuestras categorías ordinarias. El entendimiento y la sensibilidad no pueden, en nosotros, determinar objetos, más que enlazados uno a otra. Si los separamos, tenemos intuiciones sin conceptos o conceptos sin intuiciones; en ambos casos, empero, representaciones que no podemos referir a ningún objeto determinado.”
(I. Kant, Crítica a la Razón Pura)

No es mi intención con estos textos la de proponer un curso acelerado de historia de la filosofía, por dos motivos bien sencillos: en primer lugar, porque mis conocimientos de la materia son más bien escasos, y en segundo, porque si ésa fuera mi intención estos artículos especificarían tal asunto en su título y ése; como ves, no es el caso.
Sin embargo insisto y reitero en este weblog sobre mis orígenes occidentales y formación humanística y no puedo negar que muchas de mis ideas al respecto de la realidad, la existencia o el conocimiento tienen su origen en el estudio (penoso y escasamente motivador en su momento) de estas materias que se imparten bajo el título de “filosofía” e “historia de la filosofía”. No hablaré ahora de lo que pienso de tales materias, ni de su título ni de su contenido, si bien, como se observa por los temas tratados, será indudablemente menester si pretendo seguir por estos derroteros.
Pero vamos a adentrarnos ya plenamente en el asunto que nos ocupa. El texto de Kant, que parece proseguir con este curso sintético de historia de la filosofía a través de las inflexiones de la epistemología, será la última cita textual que utilice en este apartado –por lo menos en lo que respecta a los “grandes filósofos”-. El lenguaje de Kant contiene ya términos específicos que exigen cierta familiaridad con las teorías del autor, así como con los conceptos e ideas correspondientes al momento histórico y la retórica empleada para ello. Este fragmento en concreto, no obstante, aunque presenta este retorcimiento estilístico y semántico que hace cada vez más inaccesibles las obras de especialistas en filosofía, creo que es lo bastante transparente para el profano, dado que me incluyo en esta categoría y he podido entender satisfactoria –que no plenamente- la que conecta el fragmento de Kant con la que aquí me atañe expresar. Sé que todo esto resulta enrevesado y casi críptico pero no dudo que si se tiene la paciencia y la moral de llegar al final del artículo (o releer algunos fragmentos si es necesario) todos los conceptos quedarán perfectamente claros y comprensibles. Podría ser más sencillo, sí, pero perdería rigor, o de lo contrario exigiría el doble o el triple de extensión para clarificar y progresar en la exposición de las ideas.

Nos detuvimos, en la primera parte, en el "yo pienso, luego yo existo". La conclusión subsecuente vendría a ser: Vale. O, como diría Miles Davis: ¿Y qué?
Eso no te soluciona el pago de la hipoteca ni el dolor de estómago de semanas de duración que podría seguir a haberle sido infiel a la persona que amas; tampoco soluciona, a un jovencito inocente como yo, qué cojones puedo hacer con mi vida.
Bueno, vamos con Kant. Y estábamos con Descartes. Si ya he dicho que los cimientos sólidos terminan en el primer artículo, corresponde ahora ponerse en plan escéptico y no aceptar nada que no sea impepinable. Vamos a ponerle a Kant el ejemplo de Matrix: ¿y si nuestros sentidos están adormecidos y lo que recibe nuestro entendimiento son estímulos artificiales que simulan intuiciones de los objetos? O vamos a trascender incluso este argumento: ¿y si en realidad todo lo que pensamos y nos sucede nos más que la imaginación de algunos seres a los que podríamos llamar “dioses”? Y de pronto mañan ¡zas! Se apaga esta imaginación y nosotros, como individuos, y todo el mundo que nuestra mente percibe y que creemos que nos rodea y nos sobrepasa, también desaparece. Y reaperece al cabo de una medida de tiempo que las categorías del entendimiento humano no pueden concebir y seguimos “haciendo nuestra vida como si no hubiera pasado nada”. O resulta que existen universos paralelos con un número casi infinito de situaciones posibles y nuestra “mente” o “alma” viaja a través de diferentes cuerpos en estos universos por transportes dimensionales de forma que no queda registrada de un modo tangible en nuestras intuiciones, y hace un par de meses mi ”alma” se trasladó de un universo en el que, de haber permanecido, habría muerto en un accidente de tráfico. Y es por eso que algunas almas regresan a unas circunstancias ligeramente anteriores a las de que proceden y pueden predecir ciertos acontecimientos porque de algún modo recuerdan conocer algo de lo que va a suceder, o de ahí la sensación de deja vu. O, mejor todavía, resulta que existe un ente sobrenatural y todopoderoso que creó todo cuanto existe, y cuando muramos nuestro entendimiento trascendental (o sea, nuestra alma), se presentará ante él para ser juzgado y si se ha portado bien gozará de bienes infinitos y si lo ha hecho mal, sufrirá eternamente. En fin, las posibilidades son casi inagotables. ¿Se te ocurre alguna?
Ninguna de estas hipótesis puede ser confirmada. Tampoco puede ser negada. ¿Y cuál debo creer? Bien, ahí nos quedamos en la cita de Descartes (que no en lo siguiente de sus teorías): ¡no es posible saberlo! Sólo podemos saber que existimos.
Aquí voy a dar un salto al vacío sin saber qué es lo que hay debajo: voy a dar por cierto que lo que mi mente percibe y ordena como el “mundo” existe de verdad; no es un programa informático que se adueña de mi mente, sino que en verdad cuando tengo la sensación de tocar estas teclas y ver esta pantalla es porque de verdad existen fuera de mi cuerpo y mis sentidos me proporcionan información sobre su existencia.
Aquí entra Kant. Lo que el texto de Kant dice (reléelo, anda, no seas vag@) viene a querer decir que los “objetos” reales; lo que sucede a nivel absoluto en el cosmos (lo cual incluye nuestra situación presente inmediata) es algo que no podemos conocer en estado puro. No parafrasearé el fragmento; sin duda Kant debe resultar más claro y coherente que este delirante discurso mío.
Lo que me interesa de todo el descomunal sistema filosófico de este señor es que nos obliga a una nueva forma de provisionalidad. Lo que en nuestra mente se presenta como “mundo” no es “el mundo”: es el modo en que nuestra mente percibe y ordena ciertos estímulos. Y de entrada la existencia de estos estímulos es, como ya he dicho, algo que no puede ser demostrado. Un salto al vacío. Pero, ¿sabes qué? Me jugaría el meñique derecho por que realmente existen esos estímulos. No obstante parto del hecho de que es una idea indemostrable (así como irrefutable), y, por tanto, provisional. Con Kant entramos en otra provisionalidad mayor: no sólo los estímulos que reciben nuestros sentidos son algo cuya existencia real no podemos afirmar; aun en el supuesto de que pudiera demostrarse la existencia real de dichos estímulos también la interpretación de esos estímulos es un terreno pantanoso en el que no caben afirmaciones absolutas o trascendentales; en otras palabras: la realidad es una creación de nuestra mente, mediante un proceso falible, de unos estímulos cuya existencia no puede ser demostrada.
Vamos a recurrir ahora al DRAE:
realidad.
1. f. Existencia real y efectiva de algo.
2. f. Verdad, lo que ocurre verdaderamente.
3. f. Lo que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico e ilusorio.
La primera acepción es de impepinable presencia en la definición de esta palabra; por algo aparece en primer lugar. Esta es la realidad que *hombre paseando ante el público con un cartel en mano con un enorme “ooooooh” escrito* no es posible conocer por medio del entendimiento.
La segunda acepción nos conduce a otra entrada léxica en el DRAE:
verdad.
(Del lat. verĭtas, -ātis).
1. f. Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la mente.
2. f. Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa.
3. f. Propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin mutación alguna.
4. f. Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente.
5. f. Cualidad de veraz. Hombre de verdad
6. f. Expresión clara, sin rebozo ni lisonja, con que a alguien se le corrige o reprende. U. m. en pl. Cayetano le dijo dos verdades
7. f. realidad (ǁ existencia real de algo).
Ay, ay, que se complica la cosa. Descartaré de entrada las acepciones 2, 3, 5 y 6 por pertenecer al mundo cotidiano y de verdades “provisionales”, y empezaremos por la acepción 4: la acepción 4 nos habla de juicio, lo cual es un producto de la intligencia humana. La 1 parte explícitamente del “concepto que (…) se forma la mente”. Y la 7… la 7 nos devuelve a la entrada realidad. De modo que la entrada 2 de realidad nos conduce a verdad, y la 7 de verdad nos conduce a su vez a realidad. En parte pues, estamos hablando de la misma cosa. Vamos a simplificarlo para ahorrarnos quebraderos de cabeza innecesario, y observando la explicación entre paréntesis de la acepción 7 de verdad asumiremos que se trata *nuevo “oooooh”* de la acepción 1 de realidad.
Nos queda pues otra acepción en la entrada realidad; la 3. Pero esto nos devuelve al "argumento Matrix". No hay medio real y efectivo de demostrar que lo que percibimos en nuestra mente se corresponde realmente con sucesos efectivos y prácticos. O nos puede llevar al caso de las personas con esquizofrenia o la paranoia (si no es que acabamos por desarrollarlas nosotros mismos tratando de arrojar luz en este laberinto.) Pero, por favor, no empecemos a analizarlo desde fuera, y desde nuestros conceptos provisionales acumulados uno sobre otro sin revisión racional. En lugar de eso, situémonos en la mente del esquizofrénico o el paranoico. “¿Que ese niño que me persigue no es real? ¡Y una mierda! Oh, no… se ha enfadado… ¡saca un cuchillo…! ¡Socorro!” (y se tira por la ventana). Pongamos que una persona ha contemplado la escena: no ha visto ningún niño. Pero el hombre se ha tirado por la ventana. ¿Te tirarías tú por la ventana por algo que no existe? O, mejor aún, pongamos que nadie contempló esa escena. El único observador fue el hombre que se arrojó por la ventana. Dejamos mis conclusiones al respecto para otro artículo.
Y nos quedamos, pues, con la acepción 2 de realidad, que nos conduce a verdad, y a las acepciones 4 y 1. La acepción 1 nos devuelve al “dilema” –si no te parece un dilema más adelante veremos cómo nos ponemos de acuerdo en la resolución- del esquizofrénico. Y la 4 nos remite a un producto del juicio. De hecho, la acepción 1 de verdad y la 3 de realidad nos remiten también a los productos del juicio, pero incluyen su relación con lo “real y efectivo”. Bien, a nivel trascendental, no existe la posibilidad de una explicación oficial; es decir, a partir de un producto del juicio que encaje como interpretación pura de las cosas en sí, como muy bien razonó Kant en su momento. Tan sólo nos queda pues la acepción 4 de verdad: juicio o proposición que no se puede negar racionalmente.
Como he visto -¿no estás de acuerdo? Bien: te reto, demuéstramelo-, sólo un juicio o proposición al respecto de los límites de la epistemología se puede afirmar racionalmente, y es la famosa frasecita de Descartes que no voy a repetir.
Sin embargo, el concepto de verdad al que nos estamos ateniendo no habla de juicio o proposición que no sólo se pueda afirmar: habla del que no se puede negar. Bueno, en este artículo he expuesto unas cuantas hipótesis elegidas precisamente porque… ¡no pueden ser negadas! Pero ¿pueden ser afirmadas? ¡Tampoco! Entonces… ¿son verdad? Según esta acepción 4 del DRAE, son verdad. Pero ojo, hemos partido de las explicaciones de Kant y del propósito epistemológico de este texto para descartar acepciones y simplificar la cuestión. No obstante, nos queda la acepción 7 que nos devuelve a realidad, de la cual, la tercera acepción sigue sin haber quedado aclarada (recordemos el caso del esquizofrénico).
Vamos a hacer un poco de recapitulación para para acercarnos a la resolución del conflicto. Y lo vamos a hacer, permítamese, sin excesivo rigor, pero con la máxima claridad posible. Hasta este punto, sólo podemos saber que existimos. No podemos conocer el mundo, sino tan sólo lo que hay en nuestra mente, la cual conforma un concepto determinado de “mundo” y de “realidad” a partir de su forma de percibir y de interpretar. Y nada nos permite afirmar que estos conceptos sean válidos… más bien nos empuja a dudar de ello. Un esquizofrénico formará un concepto distinto de “realidad” al que podría formar yo. De hecho, como no puedo conocer ese concepto ni del esquizofrénico ni de ninguna otra persona, podrían resultar sorprendentemente distintos. ¿Hay que conformarse, entonces, con que nuestras intuiciones son lo más cercano a una explicación de la realidad trascendental, de la verdad absoluta? ¡No! ¿Y entonces?
Muchos juicios o proposiciones no pueden ser negados racionalmente, pero sí pueden ser afirmados. Si yo levanto un lápiz y de pronto lo suelto, cae. Si vuelvo a hacerlo, vuelve a caer. Ni siquiera me he molestado en comprobarlo. Ahora bien, si Pedro Duque suelta un lápiz en una nave orbitando el planeta… ¡joder, no cae! O eso parece… Y resulta ser que existen métodos de explicación demostrables que razonan por qué siempre caerá mi lápiz y nunca el de Pedro Duque. Estos juicios pueden ser negados racionalmente… pero no lo han sido hasta la fecha; bien al contrario, han sido afirmados. Y dado que han sido siempre afirmados y jamás negados, ¿no es racional afirmar que no podemos negar su certeza, por lo menos no hasta que llegue el momento en que suceda algo que niegue su validez?
Y aquí entramos en la tercera provisionalidad, que compite (muy deportivamente, eso sí) con la expresada por Kant. Algunas proposiciones han sido siempre afirmadas y jamás negadas, durante siglos y siglos. Pueden ser negadas, por tanto, no corresponden a una verdad absoluta, pero, desde luego, se aproximan mucho más que aquellas afirmaciones que además de no poder ser negadas, tampoco pueden ser demostradas.
No soy científico ni sé demasiado de ciencia. Tampoco entraré en desarrollar los conceptos de ciencia formal y ciencia fáctica, ni en sus fundamentos ni métodos. Pero desde luego la ciencia nos proporciona una alternativa valiosa al tener que pensar que no podemos conocer absolutamente nada, pues todo son, por así decirlo “imaginaciones nuestras”, o productos que nuestra mente forja, a partir de una forma concreta (y tal vez falible) de funcionar, con la materia que le proporcionan los sentidos, que tienen a su vez una forma concreta y tal vez falible de funcionar.
La ciencia proporciona una respuesta a esta “falibilidad” del entendimiento humano: vamos a suponer que estas imaginaciones nuestras tienen alguna relación con la verdad absoluta, aunque no podamos precisar cuál; en tanto que la experiencia nos demuestre siempre la validez de ciertos razonamientos, ¿vamos a desestimar estos razonamientos?
Mi respuesta es ¡no, no, no y mil veces no!
Dejaremos un cabo suelto para el capítulo estrella de mis desvaríos acerca del conocimiento humano de la verdad absoluta, pero antes de concluir, regresaré al DRAE:
Epistemología
(Del gr. ἐπιστήμη, conocimiento, y -logía).
1. f. Doctrina de los fundamentos y métodos del conocimiento científico.
Coña. Cuando planifiqué la estructura de este todavía no había abordado esta entrada; lo hice posteriormente para buscarle un sitio apropiado que justificara mis elucubraciones. Pues bien, he aquí que la epistemología, tal y como la lengua castellana la reconoce actualmente, identifica el conocimiento al conocimiento científico, lo cual me lleva a pensar que no estoy demasiado desencaminado en todo este complicado camino de reflexión y escritura.
Cuando empecé a escribir y estructurar estos textos partí de la definición etimológica de epistemología, como corresponde al semi-filólogo hispánico que soy, y que es la raíz griega que encabeza la definiciñon: -logía (“discurso razonado”) y conocimiento. Pero, si bien hemos visto esta definición que da la RAE acerca de la espistemología, procuraré añadir mi granito de arena; concepto germinal que quería expresar de un principio y para el cual estos dos primeros textos no han sido más que aproximaciones a partir de lo que nuestra civilización Occidental ya reconoce, como vemos recogido en la entrada epistemología del DRAE.

16:05 Anotado en + Mens + | Permalink | Comentarios (2)

Comentarios

uff que espesoooo ya se nota que tienes tiempo ya.........jaja

Anotado por: laura | 25/04/06

Jajaja sí, bien pensado me parece que es la conclusión más evidente que se puede sacar de este texto, cuando me pongo a filosofar soy peor que un jubilado rebuscando en la basura.
De todas formas todo esto no son más que preludios en los que me he recreado un poco; lo bueno está por venir :P

Anotado por: Webmaster | 25/04/06