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28/04/06

De la Epistemología III - Las Verdades Provisionales II - De la Dialéctica

Lo prometido es deuda. He detenido completamente el proceso del blog para completar antes este artículo que había avanzado y que consideraba imprescindible tener colgado para que cualquier visitante pueda disponer del material necesario para comprender mi modo de pensar y proceder.

Una vez que he apostado un meñique a que los fenómenos existen fuera de mi mente, aunque la interpretación que pueda darles sea una creación de ésta, y que he aceptado la ciencia como el camino más válido hacia la comprensión provisional de dichos fenómenos, ¿ha de terminar aquí nuestra búsqueda de respuestas a los dilemas de la existencia?
La ciencia tiene dos limitaciones básicas: una, como ya hemos visto, que es provisional -lo cual debería persuadir a más de uno del dogmatismo casi religioso con que la ciencia impera hoy día como sistema de conocimiento-; pero en esto no se diferencia de cualquier otro intento de establecer razonamientos posteriores al de Descartes. La otra, que todavía queda demasiado por descubrir. Persisten tres preguntas cruciales en lo que concierne a nuestros intereses más prácticos del conocimiento trascendental:

¿Cuál es la causa primera del Universo?

¿Cómo y por qué se produjo el paso de la materia orgánica a las primeras células; esto es, a la Vida?

¿Cómo y por qué se produjo el paso del instinto a la razón?

En tanto que el conocimiento científico no nos ofrezca respuestas a estas preguntas, sus resoluciones (que probablemente deben estar enlazadas unas con otras) corresponden al campo de las divagaciones metafísicas, las cuales, si bien pueden resultar un pasatiempo apasionante (e incluso muy lucrativo), no tienen cabida en los sistemas de conocimiento que pretendan la más mínima credibilidad seria.
A medida que la ciencia ha ido creciendo y desarrollándose muchas de las antiguas teorías filosóficas han tenido que ser radicalmente revisadas o descartadas, dando paso a otras formas de pretendido conocimiento. No me cabe duda que seguirá siendo así en lo sucesivo. Y tengo serias dudas respecto a que nadie pueda llegar a pensar que en el transcurso de nuestra generación la ciencia avance lo suficiente como para darnos respuestas a los anteriores interrogantes. Así pues, mientras tanto, ¿qué?

Es momento de poner los pies en el suelo, asumir la provisionalidad del conocimiento científico y dar otro paso a ciegas en el campo de la epistemología. Una vez en este punto el abanico de hipotéticos conocimientos se expande y nadie puede confirmar la superioridad de ninguno de ellos por encima de otros, ni siquiera provisionalmente.
De modo que voy a dejar atrás ya el escepticismo más enfático y cauteloso que nos ha llevado hasta aquí, y trasladarme al otro extremo. Es crucial, en mi opinión, tener claras estas bases que expuse a mi particular manera en los dos artículos anteriores. Hay una gran diferencia entre observar el entorno sin dudar de su realidad o de los dogmatismos que parecen regir nuestra mente a través de la educación cultural y asumir estos dogmatismos y limitarse a discutirlos desde la superficie, sin haber recorrido previamente las posibilidades de su validez desde sus más hondas raíces. Pero después de ello, entretenerse en las divagaciones metafísicas se convierte de pronto en una pérdida de tiempo o, como ya he dicho, en un mero pasatiempo.

Seré práctico. Regreso al mundo de las hipotecas, los contratos basura, la pobreza, la corrupción, los peajes, Javier Clemente, Rocío Jurado o Bob Marley (eso sí, a su debido tiempo). Sin olvidar que me encuentro en ese incierto abanico de interpretaciones subjetivas.
Lo que expongo a continuación no es más que la mía; mi modo de entender el conocimiento, mi modo de entender la aplicación práctica de la reflexión racional para resolver los problemas reales, las decisiones delicadas –esas que nos provocan broncas con la parienta o con el jefe- o cualquier otro tipo de duda que pueda surgir de nuestro quehacer cotidiano, sea del tipo que sea.
Últimamente he estado bastante enganchado a Bruce Lee como se habrá visto en algún otro artículo por aquí; probablemente escriba más inspirándome en su figura en próximos textos. Emplearé una de sus teorías para dar pie a la mía:

To me, (…) all type of knowledge, automatically means self-knowledge

Esto da mucho que pensar. Ahondar en el conocimiento de una disciplina cultural implica, automáticamente, ahondar en el conocimiento de uno mismo.
Recordando a Kant, según él la aprehensión del mundo pone en juego ineludiblemente las formas de estructuración del conocimiento que emplea la mente humana, categorías de clasificación a través de las cuales interpretamos los sucesos reales, y a través de las cuales modificamos también el hecho en si de tal modo que no podemos conocer su realidad intrínseca.
Cuando tratamos de conocer algo, pues, ¿no nos estamos acercando más a conocer el modo en que nuestra mente interpreta el objeto externo que al conocimiento del objeto externo en si?
Y retomando los grandes dilemas de la ciencia, todo esto me conduce, en conjunto, a recordar los grandes dilemas del propio ser humano:

¿Quién somos?

¿De dónde venimos?

¿A dónde vamos?

Creo que es suficiente rodeo para abordar ya el núcleo de la cuestión: el conocimiento del ser humano en si mismo. Cuando queremos saber lo que debemos hacer, qué es lo que mejor nos corresponde hacer, y tenemos tiempo de meditarlo y tratar de razonar el mejor modo de actuar, inmediatamente (o tal vez poco después), la profundización crítica nos conduce a estas cuestiones. Nos gusta saber por qué hacemos las cosas, para qué hacemos las cosas, y de qué medios disponemos para hacer las cosas. En última instancia es de aquí de donde surgen estas cuestiones, y es por ello que los grandes enigmas de la ciencia siguen girando entorno a los orígenes del ser humano y sus cualidades; esto es, la conciencia, la vida y el ser en oposición al no-ser.

Las cuestiones de fondo giran, pues, en torno a la naturaleza del ser humano. Y yo pregunto: ¿no será la conciencia, como expresión de la creación, un objeto de conocimiento tan significativo como la propia creación o Universo en conjunto? Es decir, en tanto que conocemos la mente humana y el modo en que ésta asimila conceptos, tal vez estamos conociendo también el funcionamiento de todo el cosmos. Esto abriría una puertecita a la esperanza de conocimiento objetivo: si el conocimiento conduce a conocernos a nosotros mismos y no al objeto que pretendemos conocer, pero el conocimiento de nosotros mismos como expresión de la creación conduce a su vez al conocimiento de la creación… tal vez la aprehensión del Universo esté al alcance del ser humano, pero a través de la introspección, a la sazón que del estudio del modo en que nos expresamos y actuamos en la realidad (y no del estudio de la idealización de cómo creemos ser o actuar).

¿Irónico? Tal vez. Pero se me antoja una ironía de esas que te hacen reír a carcajada limpia y sana, en lugar de dibujar en nuestro rostro una sonrisa torcida, rencorosa y amarga.

Entonces llega la cuestión: ¿Cuándo el autoconocimiento que se deriva del conocimiento externo es verdaderamente válido y cuándo es una mera ilusión del pensamiento? (Ojo, me estoy poniendo muy bruceleeiano, pero quien piense que eso desprestigia de algún modo mis argumentos probablemente se halle hoy por hoy nadando en la ignorancia) Respuesta: cuando nos expresamos honestamente. Cuando nos sinceramos con nosotros mismos y eludimos el autoengaño. Cuando nos dejamos fluir espontáneamente tal como somos. Entonces, sólo entonces, emerge el verdadero ser humano que somos y es entonces cuando el estudio de nuestro modo de expresarnos conduce al verdadero autoconocimiento, y se presta a aplicar en él las reglas de la lógica y del conocimiento científico para comprender nuestro modo de ser; analizar cómo podría ser éste más eficaz en sus actos, y qué debemos hacer para alcanzar tal eficacia. Podemos movernos en este proceso de aprendizaje y conocimiento, pues, en estrecho contacto con la ciencia, lo cual nos supone un nivel de provisionalidad, o de falibilidad, muchísimo menor que las especulaciones intuitivas a las que podríamos pensar que nos conduce esta forma de conocimiento.
Es entonces cuando entramos en las ciencias humanas y las artes. La política, la historia, la sociología, la antropología (¿¿¿alguien podría explicarme en qué se diferencian exactamente estas dos últimas disciplinas???), la psicología, la pedagogía, la ética, la semiótica; el estudio científico y el ejercicio de la danza, la música, la pintura, la escultura, la literatura, el teatro, la fotografía, y, claro, por qué no, las artes marciales y otras artes derivadas de las anteriores.

De algún modo, si he logrado expresarme correctamente, a través de este recorrido he regresado del incierto abanico de especulaciones intuitivas al conocimiento científico. Sin embargo he partido del incierto abanico de especulaciones intuitivas. Es decir, he escogido un camino, tal vez erróneo, pero un camino. El mío.

Y así llegamos al meollo de toda esta serie de artículos y al asunto que da título al texto: la dialéctica.

Sin lugar a dudas, prudente y sabio lector, tendrás tú por tu parte algún camino a través del cual dotes de sentido este caótico absurdo que llamamos mundo. Tal vez, o más bien, seguramente, no coincida con el mío. O al menos no del todo.
No hay problema. Echemos un ojo al DRAE antes de continuar, y veamos qué nos dice acerca de la dialéctica.

1. f. Arte de dialogar, argumentar y discutir.

2. f. Método de razonamiento desarrollado a partir de principios.

6. f. Fil. En la doctrina platónica, proceso intelectual que permite llegar, a través del significado de las palabras, a las realidades trascendentales o ideas del mundo inteligible.

7. f. Fil. En la tradición hegeliana, proceso de transformación en el que dos opuestos, tesis y antítesis, se resuelven en una forma superior o síntesis.

8. f. Fil. Serie ordenada de verdades o teoremas que se desarrolla en la ciencia o en la sucesión y encadenamiento de los hechos.

No quisiera agobiar con explicaciones ni interpretaciones al respecto. Más bien al contrario, he obviado algunas acepciones.
Sin embargo, antes de concluir y dejar que la despierta mente del lector juzgue oportunamente mi humilde aportación, quisiera añadir una especie de “contrato” o serie de leyes que a nivel personal, considero, completan mi visión de la dialéctica, para preparar la pista de aterrizaje en el mundo real.

-Las leyes de la dialéctica:

1. Mi sentido de la dialéctica es eminentemente práctico: esto es, obtener resultados tangibles y empíricos de su ejercicio.
2. El objeto de la dialéctica consiste en asimilar los conocimientos más sólidos que sea posible. Quedan completa, absoluta, total y tajantemente descartados el discurso ideológico o pseudocientífico. Sólo tienen cabida el discurso racional y científico.
3. Me pesa añadir esta obviedad, pero la considero necesaria: la primera consecuencia que se desprende de estas primeras leyes es el respeto total y absoluto por cualquier argumento presentado con el debido rigor, así como por la persona o personas que pretendan sostenerlo. En caso de detectar un argumento frágil, paradójico o falaz, bastará aplicar las leyes lógicas para que dicho argumento caiga por su propio peso. La posibilidad de faltar al respeto queda, pues, igualmente descartada por innecesaria sin llegar a recurrir a razones morales.
4. La herramienta es el lenguaje, pero debe evitarse con total severidad que éste se convierta en obstáculo. Existen profesionales con autoridad científica que trabajan en delimitar y pulir los usos del lenguaje en muchas de las lenguas del mundo y en todas las del Primer Mundo. Los debates conceptuales son una tarea para los lingüistas. Es imprescindible por tanto que todos los participantes conozcan y manejen sin confusión de todos y cada uno de los significados y significantes empleados así como sus correspondientes relaciones en todo momento. Caer en desavenencias y contraargumentos por causa del lenguaje es equivalente en la pintura a romper un lienzo con el pincel con que se pinta. Resta por supuesto, la salvedad de que el debate en cuestión sea precisamente de índole lingüística.
5. Todo argumento debe ser sostenido tras de sí por pruebas fehacientes y comprobables por su exponente. En caso de tomar dichas pruebas de fuentes externas, los datos aportados deben tener el respaldo de instituciones que puedan avalar por si mismas el rigor de estos datos, y aun en este caso sería conveniente constatar la fiabilidad de los datos en concreto.
6. En resumen, nuestros aliados son la razón y la ciencia y nuestro enemigo el apasionamiento irracional e infundado. La victoria no consiste en imponer nuestros argumentos por encima del resto o demostrar mayores conocimientos que otras personas en las materias tratadas. La derrota tampoco consiste por tanto en ver nuestros argumentos desarticulados e invalidados. Más bien al contrario ése sería el ejemplo del triunfo personal: habremos aprendido algo. El triunfo o la derrota jamás es de personas ni instituciones o grupos, sino de ideas. Las personas, y más concretamente su inteligencia, constituyen el terreno de lucha donde las ideas más sólidas devorarán a las menos consistentes, y los argumentos cojos se verán compensados entre ellos formando nuevos conceptos: sólidos, poderosos y eficientes. Ésa es la verdadera victoria de la dialéctica.


¿Imaginas estas leyes aplicadas en el parlamento? ¿En el senado? ¿En los propios claustros universitarios, pretendidos centros de poder, donde los catedráticos se pelean entre ellos por obtener mayor reconocimiento como niños por un caramelo?
¿Imaginas el resultado de esta aplicación?

Yo sí, y me estremezco.
Tal vez dirás que soy un soñador. Pero no soy el único.

Malgrat – El Masnou, Abril de 2.006

14:35 Anotado en + Mens + | Permalink | Comentarios (2)

Comentarios

Me preguntas que textos me han gustado más que “El canto de las sirenas” No podría poner un orden, y me resulta difícil decir cuál más y cual menos. A ver si con el tiempo te digo cosas de unos cuantos.
El texto de “Culpables” me ha parecido especialmente interesante por diversos motivos. El intento de romper con “mito de los culpables” parece adecuado. A la vez me interesa por la cantidad de temas que posibilita abrir. La culpa, o la ignorancia como culpa, la posibilidad de acción o la acción individual, el dejarse arrastrar, la responsabilidad, etc.
En el texto decías:
“Lo que queremos es estar bien. Y para ello, el enemigo no es la incomprensión, ni la falta de respeto, ni los hijos de puta de los ladrones. El enemigo es siempre, lisa y llanamente, uno mismo.”

Primero decir que con la expresión “Lo que queremos es estar bien” en la comprensión cotidiana, en la calle, la gente tiende a interpretar algo así como un hedonismo pasivo, lo contrario a lo que pretendías explicar en el texto: un “dejarse llevar y no buscar culpables” “aquí se vive muy bien” y “si no te gusta vete al campo” Cierto que sería una lectura tendenciosa, y que dicha lectura no se desprende directamente de tu texto, pero por eso precisamente vale el aviso.
Queremos estar bien pero para estar bien es necesario antes un sentido. Para este sentido son necesarios unos fundamentos. Por lo general el contexto cultural proporciona una serie de respuestas y explicaciones, una gama axiológica, que dan una primera base al individuo para que se desarrolle. Por eso me parece necesario remarcar que el querer estar bien es dependiente de factores más esenciales.
Todos estos temas los abordas y los desarrollas pacientemente en tus epistemologías, bien. Si lo comento ahora es para cuestionarte el siguiente problema que viene enlazado. Primero entendemos que originariamente somos “producto” de nuestro entorno. Si pensamos con ciertas palabras y no otras es a causa de ello. Las situaciones (geográficas, históricas, etc.) también llevan a cada civilización a desarrollar conceptos distintos según sus contextos. Los esquimales tienen una infinidad de vocablos para referirse al color blanco con sus matices, y es muy comprensible viendo su entorno. Otro ejemplo, en la lengua pashtún existen once palabras para referirse al pan, dado que es el alimento básico, llegando a ser sinónimo de comida. En lo que estamos de acuerdo los dos es en que el ser humano no es tan solo un producto de su entorno, él se retoma a sí mismo y trata de hacer (o no) algo con lo que han hecho de él. De ahí que podamos reclamar responsabilidades o incluso culpas. Nadie se puede excusar diciendo “yo es que soy neurótico, me han hecho así.”
Luego los condicionantes pesan pero no determinan.
Estoy convencido que mucha gente se siente impotente y aislada, perdida por carencia de referentes, no ven ninguna escapatoria ni posibilidades de acción o mejora. Ante esta situación sucumben al pensamiento de impotencia. Creen que todas sus acciones serán transformadas en gestos dentro del medio cerrado en que se mueven. Creo que la dirección más acertada es creando lazos de solidaridad, crear uniones, ayudando a encontrar explicaciones que no siempre son fáciles para todos, y a todos los niveles. Habría que hacer entender que la acción no solo es posible sino que es ante todo necesaria.
Aquí abogo por la palabra responsabilidad más que culpabilidad. Dado que la situación muchas veces impide que uno se aclare. Hay gente que nunca ha recibido una educación adecuada. Esta gente a pesar de no ser culpable es tan responsable como cualquier otro y ha de retomar dicha responsabilidad.
Y añadiría que el concepto de culpa depende de la moralidad, por el contrario la responsabilidad es esencial al ser humano. Mientras a alguien se le llame culpable este podrá desechar la acusación apelando a otra moral. Pero la responsabilidad no se puede esquivar sin negar al propio ser humano, o sea sin transformarlo en cosa.


Otra cuestión sería ¿Cómo uno llega a ser su propio enemigo?

Uno nace en el seno de una familia. Recibe una educación de cierta clase. Luego se va integrando en distintas estructuras socioprofesionales. El primer problema aparece cuando estas grandes fuerzas sociales (trabajo, instituciones, propiedad privada, las inmobiliarias, etc.) presionan (y son fuertes), en cada uno, para que este sea otro distinto de sí mismo, su propio enemigo. ¿Cómo? Y ¿Hasta que punto? Esto es lo que intento esbozar seguidamente.
Uno no es tan solo un producto de su entorno. Lo determinante no es “que hacen” con nosotros este cúmulo de instancias superiores, sino que es lo que nosotros hacemos con lo que hacen de nosotros.
Así pues hay una presión sobre los individuos. ¿Y la presión donde presiona? Justo en la parte más externa de uno. Cuando soy estudiante, cuando soy comprador, telespectador, conductor o repartidor, trabajador, etc… Al pertenecer a un grupo uno recibe algo “pasivamente”. Y se convierte en otro. Este, pongamos por caso, estudiante, se ve reducido a sus derechos y deberes de estudiante. No importa en absoluto si éste es German, Laura o Pablo. (Podría haber elegido otros casos como el de los trabajadores, inmigrantes, prostitutas o telespectadores. Pero el caso del estudiante me atrae.) Nos vemos constituidos entonces por nuestra relación con la institución, ésta nos configura. O en otras palabras la institución solo ve en mí una huella abstracta, y recibo, como la sombra, mi ser de otro cuerpo. Así se empieza a perder a German, Laura o Pablo y aparece un estudiante asexual y genérico.
La institución universitaria nunca nos considera como el joven concreto que somos sino a través de este genérico sobrepuesto. En mitad de un examen, el estudiante, no puede gritar y menos dar las respuestas. Quizás a mi personalmente me gustaría decir las respuestas a tal compañero. Pero él es un estudiante, y yo soy un estudiante, como tales no lo hacemos. Soy otro. “Yo quería, pero no he tenido la oportunidad.” Así que cada uno es otro en una clase repleta de otros que son otros para sí mismos. Aquí ya ha habido una serie de enramados en los que la institución ha condicionado arraigándose a través de la aceptación y participación activa de los alumnos. O sea que la estructura de la institución, como cualquier otra, se alimenta de la aceptación y la participación. Será fuera de clase cuando cada cuál se quite su “ser de estudiante” y se relacione con los demás cómo amigos.
Estos lazos de exterioridad pueden crear de cierto pensamiento de impotencia, el pensamiento del otro que somos. “No se puede hacer nada.” “Es lo que hay.” Dicen algunos. Y seguidamente se acomodan. Aun sin estar de acuerdo.

Tomo por ejemplo al votante. Aquí puedo decir que yo, en las próximas elecciones, acabaré votando a un partido que no me gusta, y que no me representa, solo para conseguir que no salga un partido que detesto.
Se vuelven a repetir las mismas instancias, la institución que nos configura como votantes es el estado, el sufragio universal, yo como votante obedezco las normas, un voto por persona, mayor de dieciocho años, una vez cada cuatro años, hijo del estado Español, etc.
Empiezo a vislumbrar a ese “ELLOS” a quien siempre se culpa. Ellos son ese cúmulo de “otros” “Yo te dejaría, pero entiéndeme, soy un mandao.”

Un amigo, al que le gustaba criticar los anuncios de propaganda, decía odiarlos. Un día me sorprendió al comentarme que le habían ofrecido un trabajo de modelo publicitario para un anuncio. Creo que se trataba de un parque temático. Le interrogué y me explicó que le pagaban para poner cara de sorprendido delante de una atracción que era una mierda. Concluyó: “O sea: engañar a la gente.” Se excusó, o mejor dicho, se intentó excusar: “Si no lo hago yo lo hará otro.” (Sus dos citas las recuerdo textualmente.) Tal vez, pensé, ese otro lo haría diciéndose lo mismo. Lo relevante aquí es como el pensamiento propio se puede volver tan dependiente de un fantasmagórico otro. Parece que lo más sensato seria no ser este otro que lo haría.
Todo esto nos lleva a una inercia contagiosa. “Yo no lo hago porque me quedaré solo. Nadie va ha hacer nada.” “Mi acción aislada es inútil, no sirve de nada.” Mientras el vecino piensa lo mismo, y todos somos ese otro que nadie es. “No, si yo estoy de acuerdo, pero como nadie dijo nada…” No lo hiciste porque los demás no lo hicieron, ¡así que tú eras los demás!
A este punto llega el momento de romper con los lazos de exterioridad y crear uniones personales, lazos de solidaridad. Puesto que mi acción individual puede ser la adecuada pero en solitario acostumbra a ser poco efectiva y no lleva al cambio de la situación. He de conseguir que mi vecino no sea otro, mientras siga siendo otro desconfiaré de él.
El grupo rompe a la institución. Los movimientos, en su espontaneidad no reglamentada, pueden romper un orden establecido. Se empieza en uno mismo y no debe terminar en uno mismo. No vivimos aislados. Uno no puede hacer el mundo en solitario. El mundo lo hace a uno, y éste lo retoma.
Parte de estos planteamientos empieza con la idea de que la suma de las mejoras individuales aisladas no conduce, obligadamente siempre, a la mejora del conjunto. Es preciso primeramente indicar qué se entiende por mejoras.
Alfred Nobel como químico hizo descubrimientos y “mejoras”, que patentó y vendió. Estos descubrimientos, que yo entiendo como parte de la mejora personal a través del estudio y la investigación, luego sirvieron para hacer las guerras más mortíferas. No era su intención. Quiso entonces compensar su mal involuntario instituyendo los premios Nobel.

En la frase “El enemigo es siempre, lisa y llanamente, uno mismo.” También me siento de acuerdo pero veo también una posible lectura tendenciosa.
No hace mucho me encontraba con un par de amigos. Uno de ellos nos explico un problema que tenía en la fábrica donde trabajaba. De un día para otro les anunciaron a muchos trabajadores que debían trasladarse de su lugar de trabajo a otro almacén a X Km. de distancia. A partir de ciertos Km. No es legal cambiar a un trabajador por las buenas y esta protegido por la ley y por los sindicatos. (No conozco los detalles jurídicos, el amigo que nos hablaba sí que los conocía en ese momento pues se había echo asesorar.) Nuestro amigo nos hablaba enfadado pues consideraba un abuso lo que hacían con ellos. El otro compañero lo dijo “que todo estaba en sus manos y que al mal tiempo buena cara. Que debía ser positivo y que había de adoptar una buena actitud etc.” Lo malo de estos consejos es que a veces son más un desconsuelo que una ayuda. Por las palabras del consolador acabó pareciendo que era nuestro amigo el que tenía el problema con la situación y no la situación la que era injusta. Si te hacen daño y te piden buena cara y encima uno la acaba poniendo entonces es cuando se transforma más en su propio enemigo. Hay situaciones injustas. Ante ellas hemos de actuar. Si le intentan tomar el pelo a uno, si abusan o explotan etc. Lo que uno no ha de hacer es adaptarse al problema diciendo que es un problema individual o personal. No se trata aquí de un problema de carácter. En USA se ha intentado con la “Human engineering”. El pensamiento derechista y conservador trata de mantener el estatus quo denunciando la mentalidad del oprimido como “anormal”, como “resentido”, “amargado” etc. en lugar de aceptar que existen situaciones insostenibles, desmesuradas y opresivas.
El amigo de la fábrica fue al sindicato y protestó. El resto de compañeros le dejaron solo (por miedo a perder el empleo. Incluso aparecieron motivos que podrían parecer de un incipiente racismo: “si nos quejamos nosotros seguro que los inmigrantes lo harán por menos”). A él le despidieron porque no querían gente conflictiva. El resto obedeció y conservó su empleo. Nadie más se quejó.
“El enemigo es siempre, lisa y llanamente, uno mismo.” Estoy de acuerdo. Pero añado que los ha de superar para afrontar el mundo y retomarlo sobre sus espaldas. No para someterse y adaptarse a situaciones desbordantes. En muchos casos no vasta un cambio de actitud individual y adaptativo. En ese caso concreto lo justo era cambiar la situación que vivían y no aceptar de buen humor. Nos hemos de dar cuenta que el cambio repercutía en tiempo de transporte, horas de sueño, billetes de tren, etc.
Si entiendo y estoy de acuerdo con la frase es porque empuja a tomar una posición de confrontación y responsabilidad con los hechos. El que en este caso dijera “no hay un ellos” y se culpara a sí mismo volvería a una comodidad de la inercia, no meterse en problemas. Pero este sometimiento (por inseguridad, precariedad, cobardía, pereza, comodidad, miedo, amenaza, etc.) le acarreará, tarde o temprano, al sometido, problemas mayores.
Igualmente quien utilizara el “ellos” abstracto para echar las culpas y acomodarse a una situación de victima con derecho a quejarse sin afrontar el problema de cara vuelve a caer en contradicción.

Anotado por: Miquel | 03/05/06

Bueno, por lo que veo, la pregunta sigue quedando en el aire, si bien tus explícitas referencias a "culpables" y la "teoría de la responsabilidad/culpabilidad" me llevan a pensar que es este texto y sus ramificaciones en otros textos lo que más te ha gustado o interesado de mis textos.
Lejos de abrumarme, la extensión de tu comentario me gusta: es casi tan largo como el propio texto, lo cual parece convertir algunos de mis escritos en una plataforma de debate, de intercambio dialéctico.

Trataré de abreviar, no obstante, para no irnos demasiado por las ramas.
En primer lugar creo que hay una confusión importante. Cuando citas "Lo que queremos es estar bien..." lo haces en referencia a "Culpables", que es, por así decirlo, un texto que apela a la "conciencia social" del individuo. Estuve buscando en el texto la frase en concreto para ubicar el contexto porque hace más de un año que lo escribí y no lo tenía demasiado fresco en la memoria. La frase aparece en "Heart of Steel", que es un texto de introspección y "conciencia individual", lo cual cambia radicalmente la interpretación del fragmento. Por eso no quisiera comentar los desacuerdos de lo que dices al respecto, ya que estoy seguro de que tu interpretación cambiará bastante si consideras el distinto contexto.
La lectura que haces es impecable si tenemos en cuenta que partes de que la frase corresponde al contexto planteado en "Culpables"; o mejor dicho, estoy plenamente de acuerdo con esa lectura. A partir de la confusión se abre una visión interesante de la relación individuo-sociedad. Esto me recuerda a Manuel Delgado y la asignatura que hice con él; hay un montón de temas relacionados, y vuelvo a recordar a Goffman y el libro que te comenté, "la presentación de la persona en la vida cotidiana". Creo que esto lo podemos dejar para divagaciones más estrictamente personales. También hay otros temas relacionados con lo que mencionas del condicionamiento de la cultura, del lenguaje que he tratado a nivel "académico"... El ejemplo de los esquimales es bastante recurrente.
Entiendo tu argumento respecto a denominar la teoría como de la "culpabilidad" o "responsabilidad". Por mi parte diría que "culpabilidad" se hace válido sólo para la gente que, como dices "ha recibido la educación adecuada". Se puede apelar a otras morales; en tal caso yo no dudaría tildar a personas que sostengan esas apelaciones como cínicas o perversas. Lo cual limita mi descripción de culpables a las personas con la información adecuada y "buena fe" (sé que es subjetivo, pero no deseo renunciar a mis principios morales). En tal caso, limitar la "culpabilidad" a esas personas sería contradictorio. Ciertamente son quien debería "tirar del carro" o tomar acciones por cambiar el entorno, y el hecho de no hacerlo les hace más culpables que otro tipo de personas; pero también resulta contradictorio señalar con el dedo precisamente a este colectivo siendo el más cercano a redimirse de su "culpabilidad" y ser menos exigente con colectivos más alejados y en consecuencia más propiamente "culpables". Tal vez entonces sea, en términos generales, más apropiado apelar a la responsabilidad. Punto para Miqui.
Finalmente, me deja buen saber de boca leer tu opinión acerca de crear lazos de solidaridad y formar grupos, unir a personas aisladas. Como sabes, es precisamente lo que pretendo, y si es lo que opinas, también, deberíamos empezar a plantearlo un poco más detenida y organizadamente.

Anotado por: Webmaster | 04/05/06