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26/03/06

He dejado la filosofía

He dejado la filosofía. Me estoy quitando.
El análisis racional necesita de un factor indispensable para llevarse a cabo de forma exitosa: tiempo. El análisis se desarrolla a través del tiempo, pero ejerce sobre una secuencia temporal inmóvil. La experiencia humana, la vida, está tan llena de matices y contradicciones entre ideas generales que resulta extensísimo y laboriosísimo determinar mediante un serio y riguroso examen racional qué conducta es la más apropiada en cada momento, y por qué. La intuición, y la experiencia directa, empírica, nos permiten alcanzar en un tiempo mucho menor y con elevado grado de eficacia una sabiduría nada desdeñable en nuestros quehaceres diarios. Empecinarse obstinadamente en someter a análisis teórico y racional todo cuanto hacemos y nos sucede; es decir, obcecarse en el estudio de las ciencias humanas y la filosofía es, para mí, una pérdida de tiempo en cuanto a la consecución del bienestar individual. Evidentemente, una buena teoría, y un buen estudio, son inestimablemente útiles y aprovechables en la vida. Es más; sin ellos, el error nos acosaría permanentemente. Más de lo que ya hace.
Pero sólo la ciencia y el dato científico son susceptibles de conformar sistemas racionales completos o estables. El dato, la inducción o deducción filosófica es sólo una orientación altamente falible. La filosofía no está para dar respuestas: está para crear preguntas. Claro, pero hacer preguntas es muy fácil, podría decirse. Por supuesto que lo es; lo difícil –harto difícil y sobradamente suficiente como para justificar la actividad filosófica por entero- es formular la pregunta adecuada.
Un sistema filosófico es utópico. “Opinión es sinónimo de situación”, decía el maestro Larra. Los sistemas filosóficos son evolutivos; están sujetos al permanente e inherente proceso de cambio al que nosotros mismos, como organismos vivos, estamos sujetos; es una expresión más del propio fluir cósmico. El lenguaje, herramienta de la filosofía, también se transforma, y asimismo nuestras emociones, nuestros deseos, nuestros anhelos… en definitiva: nuestra situación. El sistema filosófico más eficaz es el que tenemos en este preciso instante: al siguiente, será otro. Hay que saber adaptarse y permitir que fluya; sin perseguir las ideas y tratar de atraparlas en urnas de aire con tal de conformar un sistema racional único, cerrado y eternamente vigente.
Por eso no merece la pena empeñarse en pensar. Lo que uno desea es actuar; vivir, y mientras se piensa, no se actúa. El hecho es saber. La acción es saber. Pensemos cuando necesitemos hacer algo; pensemos cuando queramos encontrar una solución, pero no para encontrar esa solución; para encontrar la raíz del problema, la pregunta germinal que nos llevará a las experiencias necesarias o el cambio de mentalidad que nos permita estar a gusto con nuestras limitaciones. Pero no pensemos por pensar, ni vivamos por vivir.
Vivamos, de una puñetera vez.

El Masnou, 11 de Mayo de 2.005
(publico esto en "cajón desastre" porque mis opiniones filosóficas han variado demasiado como para situarlo vigente en cualquier otra categoría)

00:38 Anotado en Cajón desastre | Permalink | Comentarios (0)