Ok

By continuing your visit to this site, you accept the use of cookies. These ensure the smooth running of our services. Learn more.

« Un stream of consciuosness en la manga | Página de inicio | Todo tiene un por qué »

21/10/07

El Cazador de Fantasmas

...nada en la casa parecía emanar un olor más fresco que el resto. No obstante era evidente; estaban allí, el rastro de su presencia no podían ser simples coincidencias. Regresó al salón, seguido del anfitrión, que estaba próximo a cantar victoria, pensando que en efecto los fantasmas no existían o que al menos su casa estaba limpia de ese tipo de fenómenos.
Entonces lo vio. El piano. Se acercó en seguida. No tenía aspecto de piano decorativo; había un libro de partituras abierto, de Eric Satie, y el metrónomo sobre la repisa
-¿Quién toca el piano en esta casa? –inquirió, tomando el libro de partituras.
-Mi hijo –respondió ávidamente el dueño de la casa-. Mi hijo pequeño.
Podía sentirlo. No los veía, pero el olor era especialmente fresco en aquellas páginas. Abrió la caja del piano: el mismo olor, la misma sensación. En aquel instrumento, en aquel libro, se apiñaban, invisibles, intangibles, pero no por ello menos presentes, una ingente cantidad de fantasmas, mucho mayor incluso de lo que pudo haber intuido por sus primeras impresiones. Los podía notar, como escamas condensadas recubriendo cada página de partitura, cada cuerda del piano. Cerró el piano de nuevo, ceremoniosamente, y depositó de nuevo el libreto.
Lentamente, sin brusquedad, se sentó en el sofá del salón, en frente del sillón en que permanecía sentado, en vilo, su cliente, quien empezaba a sospechar que había algo distinto en el piano. El hombre se incorporó con expectación, conteniendo cierto triunfalismo.
-¿Ha terminado? –preguntó, sin transparentar su ansiedad.
-He terminado –respondió el Cazador, gravemente. Guardaron unos instantes en silencio; el Cazador esperando a que su cliente preguntara algo más preciso y el anfitrión a que el Cazador se explicara con más detalle. Pudo más la impaciencia del cliente, que ya se había deshecho de cierta incomodidad inicial:
-¿Y bien? Entonces, no hay fantasmas, ¿verdad?
El Cazador guardó un silencio un tanto incómodo. Quería asegurarse de escoger las palabras más adecuadas. No era una cuestión de simple rutina; cada persona es distinta y asimila las cosas de un modo distinto. La experiencia no le proporcionaba un esquema de acción rápida en estos casos.
-Verá, señor…
-Márquez. Gustavo Márquez.
-Señor Márquez, no he visto ningún fantasma en su casa, pero su piano está infectado.
El señor Márquez dio un respingo de indignación.
-¡¿Infectado?! ¿Qué está diciendo con eso de “infectado”?
El Cazador se incorporó suavemente, tratando de tranquilizar a su cliente.
-Verá, no debe usted preocuparse por ello. Le explicaré lo que quiero decir a su debido tiempo. Si confía usted en mí y hace todo lo que yo le diga puedo garantizarle que no correrá ningún peligro. La situación tampoco es excesivamente peligrosa aunque su piano continuara infectado, según se mire. Pero usted me llamó para que buscara fantasmas en su casa, y yo haré mi trabajo si usted colabora conmigo.
El cliente se incorporó, nervioso, dando pequeños pasos en todas direcciones, sin saber qué rumbo dar a sus movimientos.
-Bueno, a ver, dígame, señor…
-Equis. Llámeme simplemente Equis.
El señor Márquez quedó un instante de pie, desarmado por el desconcierto, empezando a debatirse entre sostener la situación o mandar a paseo a aquel extravagante cazafantasmas.

Fragmento correspondiente a un cuento largo... si te interesa leerlo entero, házmelo saber ;)

18:06 Anotado en Delirios propiamente dichos | Permalink | Comentarios (2)

Comentarios

Geniaaaaaaal!!!

molt bona, sí senyor.....

;)

Anotado por: Leaf | 22/10/07

¡Muchas gracias! Me alegra mucho que te haya gustado :)

Anotado por: Webmáster | 22/10/07