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29/06/07

¿Por qué somos tan felices cuando terminamos los exámenes?

En un mundo ideal terminar los exámenes vendría seguido de una sagrada sensación de libertad, del derecho a no hacer nada y no tener que dar explicaciones por ello. Pero como vivimos en un mundo concreto e imperfecto, la realidad no es precisamente ésa. Cuando terminamos los exámenes, podemos percibir una vaga sensación de 56f6e00fe26817ee00875c52c3a9684d.jpglibertad, que nos envuelve las primeras horas y se esfuma después para dar lugar a la inquietud y el apremio que nos suponen todas aquellas cosas que dejamos atrasadas y que, en virtud de nuestra presunta dedicación exclusiva al estudio, no fueron realizadas durante el periodo de exámenes. Dedicación nunca exclusiva pues siempre hay un tiempo desperdiciado que podría haberse empleado en realizar estas otras tareas.

Entonces, ¿por qué nos sentimos tan felices cuando terminamos los exámenes? Eso es por que si ahora tenemos, igualmente, obligaciones y responsabilidades, que no aligeran un ápice nuestra anterior carga, ahora sí podemos disfrutar de nuestro tiempo libre, de nuestro –siempre excesivo según los cánones modernos– reposo. No sentimos la pesadez de conciencia de estar perdiendo el tiempo cuando se supone que deberías estar estudiando y no sólo no lo estás haciendo sino que estás dejando otras cosas por hacer. Terminar los exámanes es como echar una buena cagada: puedes hacer exactamente lo mismo antes que después de echarla, pero mientras te compunge la urgencia de la defecación no puedes disfrutar de nada de lo que hagas. Hasta que llegas al lavabo, te bajas los pantalones, te sientas en la taza del wáter y entonces sueltas, en una gran y súbita explosión seguida de postreras deflagraciones, toda la mierda que te metieron dentro en forma de currículum académico. Y es entonces cuando experimentas esa a19a20a58397a0e3646ae2053d195f92.jpgsensación de vacío en el estómago, de bienestar, de liberación. Y cuando vuelves a tus anteriores quehaceres los acometes con brío, con alegría, con felicidad. Porque cuando llegue el momento de cruzar las piernas o los brazos y de "rascarse los huevos a dos manos" (by Uri C.) puedes hacerlo sin la menor sensación de carga, con total impunidad, porque ahora sí, por fin, has terminado los exámenes, y ya no tienes la mala conciencia de no estar estudiando: estudiaste, redactaste esos jodidos exámenes y soltaste toda la mierda que llevabas dentro.

¡¡¡Que empiece el verano!!!

18:35 Anotado en Delirios propiamente dichos | Permalink | Comentarios (0)