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31/05/07

Lo que nunca te contaron sobre el heavy y el rock

medium_lukacs.jpgGyorgÿ Lukács, que no George Lucas, el de Indiana Jones y Star Wars, sino un erudito judío que escribió un celebrado ensayo sobre la novela moderna, legó a la posteridad perlas como ésta: “la novela es la epopeya de una época para la cual la totalidad extensiva de la vida ya no se da manifiestamente, para la cual la inmanencia vital del sentido se ha hecho un problema, y que a pesar de él tiene el carácter por la totalidad”. En efecto, el hombre se ha emancipado en nuestra era de los corsés de la sociedad cerrada, de los dogmas religiosos y políticos que encadenaban al hombre a una determinada relación con el mundo. Ha conseguido la libertad de conocer y expresar. Pero, ¿conocer qué? Conocer que es incapaz de saber lo que siempre deseará saber. Expresar la tensión por ese conflicto, y la nostalgia de volver al tiempo en que supo lo que debía saber. Todo el arte moderno ha girado entorno a esta nostalgia, por lo que la afirmación de Lukács sobre la novela se hace extensible a todo el arte culto. Del mismo modo, el esclavo negro de los Estados Unidos asumió su libertad a principios del siglo XX., para acabar preguntándose: ¿y ahora, qué? Ahora, a añorar el pasado, en el que todas las cosas estaban en su sitio. Así, los músicos negros vertieron en el blues la misma nostalgia que siempre preocupó al intelectual de la vieja Europa, pero en su vertiente popular: sin palabras, con música. La melancolía que es signo universal del ser humano: la nostalgia del útero materno, del paraíso perdido del Edén; la nostalgia de la unión entre el ser y la vida.

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Cuando Elvis fusionó el blues negro con los ritmos country, más digeribles para el público blanco, no olvidó ese poso de nostalgia que impregnaba toda su música. Los primeros grandes rockeros, como Jim Morrison, tampoco lo olvidaron, sino que lo asumieron, y lo respetaron como la esencia de su música. El rock conserva siempre unos ritmos y el sonido de guitarra, bajo y batería, pero eso no basta para hacer música rock. En su esencia se tiene que concentrar siempre esa melancolía; cada solo de guitarra emana la nostalgia de una vida ordenada, de un lugar en el mundo, de una razón de ser nítida, ética, hermosa; todas las bases rítmicas sostienen el sentimiento triste de un héroe sentimental que echa de menos una misión en la vida y sabe que nunca la va a encontrar.
Los músicos de heavy metal tampoco olvidaron esa esencia; la recogieron desde un cinismo tan ingenuo que subvertió la melancolía de una vida con sentido en un motivo de heroísmo. Ya sea desde la radicalización de la rebeldía del adolescente, que ha comprendido que no todo lo que le contaron era cierto, y se deja crecer el pelo, se compra una moto, y se emborracha cada noche y se pierde entre faldas, o desde el guerrero céltico o el caballero andante que recupera el orden moral gracias a la fuerza de su brazo y el temple medium_axelrudipell-ballads3.jpgde su espada, o desde los subterráneos más oscuros del alma humana que siempre se quiso ignorar, la nostalgia del orden perdido conduce a la evasión de la fuerzas mundanales en un universo rico en fantasía y en sentidos. Por eso el heavy metal siempre ha bebido del romanticismo, a la hora de recuperar el pasado medieval y la raíz nacional, a la hora de evadirse en la fantasía más exuberante, a la hora de sumergirse en las oscuridades remotas de los castillos fantasmagóricos. Sin embargo, el romántico ansiaba en esa evasión el aligeramiento de la tensión, pero su carácter ilusorio no hacía más que reiterarla. Para el heavy, en cambio, es un modo de heroísmo: una máscara agradable para un carnaval siniestro, y no una evasión siniestra en un mundo de color, como pretenden (no sé quién exactamente) que creamos. ¿Podrá seguir llamándose ingenuo al cinismo del heavy metal, o será más bien práctico?

Todo el heavy metal, o por lo menos el bueno, es un canto a ese heroísmo que carga a cuestas con la nostalgia de la unidad perdida y canta a pleno pulmón la profundidad del sentimiento de su alma, sin complejos a pesar de saber que sus ilusiones no son sino eso, ilusiones, y que la realidad es siempre frustrante y ajena. Es un canto tan nítido y tan elocuente que ni siquiera las palabras pueden velarlo. Por eso nunca te dijeron esto con palabras, pero las guitarras siempre te lo contaron, en cada solo, y en cada ritmo de batería y de bajo estuvo anotada la grandeza de asumir la melancolía por un orden que jamás podremos recuperar.

(Excrecencia del dopping de cafeína para el examen de Géneros Literarios II)

20:05 Anotado en Música | Permalink | Comentarios (0)