Ok

By continuing your visit to this site, you accept the use of cookies. These ensure the smooth running of our services. Learn more.

Página de inicio | Culpables »

11/10/04

Topografía perversa

Si algo he escrito con el corazón en la mano, es este texto. Corresponde al día siguiente de romper una relación de más de dos años. "Primer amor, primer dolor" (by mi psicólogo).

Ayer cayó la última hoja de mi otoño. Tan sólo me resta aguardar desnudo a que el despiadado invierno me envuelva en su puño.
Somos tan frágiles. Somos tan tremendamente frágiles. ¿No es más que esto, la Vida? No, seguro que no. Pero de poco importa eso ya. El Paraíso no es más que nuestras huellas. La sombra que proyecta nuestra existencia a la luz de los deseos. Nos acompaña doquiera que vayamos, tan cercana, tan aparentemente fácil de alcanzar, y pocas verdades hay tan elementales como la conciencia de que jamás llegaremos a poseerla.
La herencia del Edén corresponde a otras formas de vida. Que deben existir; sin duda que existen o han existido o existirán. La Vida no puede ser una broma tan pesada. El Universo no puede albergar tanto cinismo. No debemos ser más que la polvareda que ha levantado un vago y desganado hálito de Vida insuflado por algún demiurgo sin escrúpulos. O, quién sabe, tal vez fue un involuntario ataque de tos. Y nos convertimos en víctimas de una siniestra y sórdida carrera hacia el Paraíso.
Nuestros mapas están equivocados. No podemos alcanzar el Paraíso. Del primero al último de nosotros, llevamos el sufrimiento marcado a fuego en la frente. Si nosotros fuéramos los elegidos, ya habríamos ejercido el derecho de nuestra posesión; no necesitaríamos ni tan siquiera exigirlo porque estaría ya en nosotros mismos. Pero por algún extraño motivo nuestros mapas siguen señalando el Paraíso como si fuera algún destino posible para nuestra existencia. Cuando nosotros no existamos, o hayamos dejado de ser nosotros, tal vez haya llegado el momento en que la Vida ejerza su derecho a habitar el Edén, y no será ya más una huella borrosa en un camino olvidado, ni una sombra huidiza: sencillamente será.
Qué inocencia, qué ingenuidad, qué lastimosa candidez. Seguimos pensando que nuestra persona es un armonioso fluir; una conciencia sustentada en un cuerpo físico que genera emociones e interacciona con el medio. ¿Quién se sigue empeñando en dibujar el alma, el cuerpo, la mente y la realidad como un continente? No son más que archipiélagos dispersos, islotes que se afanan en mantener contacto, que viéndose tan cerca ahogan sus intentos de estrechar sus manos en el mar que los separa, acabando éstos en un sempiterno escarceo. Nuestros mapas deberían ser más fidedignos y mostrar el mar que fragmenta el mundo. Las cosas como son. ¿Cómo va nuestra Conciencia a hacer tratos con el Amor sin perder el aliento y creerse muerta y anulada? ¿Cómo puede la Vanidad reírse en los ojos de la Conciencia con tan superlativa alevosía? ¿Es que fue ella quién dibujó nuestros mapas en detrimento de una topología rigurosa y científica? ¿Cómo es posible que la Desidia domine férreamente como lo hace hasta los cuerpos más sanos y vigorosos?
Nuestros mapas son un fracaso. Nos hemos erguido para enfrentar el viento del tiempo por un camino que nos lleva, lo queramos o no, lo sepamos o no, tratemos de trazar un mapa mejor o no, a postrarnos y cubrirnos el rostro y el llanto mientras nuestros ojos, nuestras facciones, nuestra conciencia y nuestro ser se deshacen en polvo, ceniza y humo arrastrados por el soplo azul de los años y las edades. Pero a quién le importa eso, si mañana nos seguiremos levantando señalando el Edén de nuestros mapas con una cruz.
Otro mapa en la papelera. Mi Conciencia trata de abstenerse de creer que trafica con el Amor. No lo conseguirá mañana. Cuando broten los primeros tallos de la primavera; la primavera de la tierra mortal. Lejos, infinitamente lejos del Paraíso.

00:40 Anotado en * Anima * | Permalink | Comentarios (0)